martes, 13 de septiembre de 2011

Los coches eran blancos y ruidosas las mareas,
suele ocurrir cuando la noche cae a plomo
sobre cabezas que vuelan sin cielo ni aire.
Recuerdo como si fuera una fotografía raída
las horas vespertinas que nos regalaba una flor
que florecía esperando a que se secara la tierra.
Entonces eras joven y todo se desvanecía
ante los ojos del extraño, pero estábamos ahí
parados, despistados por las sirenas y su silencio
que nos llevó a recitar a las manzanas.
Si miras de reojo puedes tocar incluso el agujero
del edificio en ruinas que resultó
de aquello. Pero los coches eran blancos
y las carreteras estaban desiertas, y no había
poema capaz de contener el aliento
ante tanto motor oxidado.
La mecánica del tiempo es aceite y ruido,
dos formas de dejar atrás la dicha
que alguien regaló mientras la huida.

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