viernes, 9 de septiembre de 2011

El horizonte ceniza es el perchero de la espiga
en los campos de los hombres dormidos,
es la carretera casi siempre secundaria
de los ancestros, lo curioso del olfato canino
en mi regazo, los puestos medievales
en novelas bizantinas, y todo eso que lo nuevo
arrasa como si la cosa no fuera con ellos.

El horizonte es el poema fuera de los círculos literarios,
es la rima denostada por outsider,
es el que escribe sin arrugas en la cara ni en las manos,
como resulta sencillo quemar un cigarrillo
los ceniceros evitan la simpleza en el límite como es
el horizonte ceniza.

Sabes que dejar los caballos sin sus cuadras es canalla
como lo es el texto que desvía el camino para encontrar
el suyo, igual que lees vives, igual que lloras pasas las páginas,
lo mismo que te rindes recitas versos de unos ojos
que recorren Oxford Street en pleno centro de la tierra.
Es el avión repostando, las colas de terminales silenciosas,
es todo lo que requiere curiosidad y templanza ante textos
eternos que uno escribe en el retrete.

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