jueves, 8 de septiembre de 2011

El horizonte ceniza juega a las cartas en los bares,
es la corteza milenaria del árbol que estuvo ahí siempre,
disfruta de las baldosas anegadas del paseo,
es de repente la calma, la luz, los atisbos de libertad,
el horizonte del cielo está celoso de su grandeza,
es la penuria a manos de la meta.

El horizonte ceniza es demasiadas cosas que no caben
en la mochila, es la galleta desmigada en almohadones,
se arrodilla en las capillas renacentistas sin creer en Dios,
es lo que uno deja en la basura y otro recoge sin escrúpulos,
todo lo que conlleva la rabia y la dicha es, también
los móviles apagados en consultas clínicas, los pies
cansados subiendo la cuesta postrera de la infancia.

El horizonte ceniza es el color de la azucena, las flores
del mal de aquél francés y los bits y bytes de los tiempos que corren.
Es Benjamín Prado, los manuales para hacer poemas
y la élite de la cultura continental que cerca su fortaleza,
todo aquello que las postales de navidad no cuentan
son los horizontes ceniza.

Y más…

No hay comentarios:

Publicar un comentario