martes, 13 de septiembre de 2011

Fragmento de la novela "Los amigos en los bandos enemigos"

Mateo intentaba seguir la estela de la conversación mientras su madre únicamente se dedicaba a que todo estuviera preparado y dispuesto. Sin embargo él buscaba las claves del encuentro sin éxito. Su exploración no dejaba cabos sueltos; se fijaba en la expresión de los ojos de Arturo, en sus manos pecosas y ajadas, con los nudillos delicados, no dejaba de prestar atención a la manera en que depositaba la copa cada vez que sorbía el poco vino que al parecer su médico le permitía beber, intentaba encontrar respuestas a las preguntas que el movimiento síncrono de sus piernas transmitía a las patas de la mesa. Intuía con cada detalle observado que ese hombre debió de soñar muchas pesadillas y de despertar muchos sueños. Años después de aquella reunión tan a destiempo, Arturo le diría a Mateo que si se viven los sueños estando uno despierto, sólo las pesadillas caben cuando los hombres duermen. Pero eso sería mucho más tarde, cuando la soledad era el primer guión de una serie de éxito y Mateo el protagonista.
Esa noche, algo debió de encenderse en sus entrañas, sobre todo cuando la conversación había ya sobrepasado la intensidad de la nostalgia y se adentraba en los reproches.

1 comentario:

  1. Las preguntas informuladas no están ahí para buscarles respuesta, sino para desatar nuevas preguntas, un recordatorio de aquello que las buenas costumbres obligan a pasar por alto.

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